El río fluía a través del desierto, lentamente, brillante como el metal fundido que cae del horno candente. En el cielo flotaba la neblina producida por el calor, mientras el sol golpeaba el agua como el martillo de un herrero. En el espejismo, las colinas que flanqueaban el Nilo parecían temblar con los golpes.
Nuestra embarcación navegaba cerca de los lechos de papiros, lo bastante cerca para que el crujido de los baldes de agua del cigoñal, en sus brazos largos y equilibrados, se oyera desde los campos. El sonido armonizaba con el canto de la muchacha de proa.
Lostris tenía catorce años. La última crecida del Nilo coincidió exactamente con su primer ciclo lunar como mujer, una coincidencia que los sacerdotes de Hapi consideraron muy propicia. Sustituyeron su nombre infantil por uno de mujer, Lostris, que significa «Hija de las Aguas».