Las manos aterciopeladas y fuertes de mi guapo marido recorren mi cuerpo,
produciéndome millones de estupendas sensaciones, y no sólo sexuales.
«Oh…, sí…, sigue…, no pares…»
El olor a los aceites corporales con los que me masajea me hace suspirar con
deleite, mientras siento y escucho la dulce y suave música chill out que suena a
nuestro alrededor y me dejo llevar por el momento.
¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad!
Esto es vida. «Por tu padre, Alfonso, ¡no pares! Humm…»
«Moc… Moc… Moc… Moc… Moc…»